Los remedios caseros de mi abuela

Por: Yelyxa González Cruz

En un momento dado de nuestras vidas hemos escuchado historias de nuestros abuelos o quizás de bisabuelos. Ésto nos lleva a conocer la vida que en aquellos días, que aún no habíamos nacido, las experiencias que aquellos humildes campesinos vivían fuera de lo que vivimos ahora, en un mundo tecnológico que nos presenta muchas opciones que en aquellos años era difícil de encontrar. Muchas de estas personas no tenían mas remedio que vivir por ellos mismos ya que no tenían ningún tipo de hospital o un doctor cerca de sus hogares para tratar enfermedades. Es por eso, que al pasar de los años, han proporcionado remedios caseros para aliviar enfermedades. Para estos tiempos muchos de ellos eran los doctores que cuidaban de su familia o servían a la comunidad que vivían. Mi abuela, Antonia Collazo, no era una excepción y es por eso que le traigo a ustedes su historia en la que a pesar de los años no se ha borrado de su memoria.

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Hoja de Bruja

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Matagallina

Desde hace mucho tiempo se han creado muchos remedios caseros para el bienestar de las familias y las comunidades. En cualquier parte de la isla, sea campo o ciudad, han existido las curanderas o en otros casos las comadronas. Las primeras eran aquellas que hacían remedios para el alivio de enfermedades con hierbas o con otras cosas específicas y creaban su propia “medicina”. Las segundas eran las que ayudaban en los partos y hacían todo lo que podían para que el bebe y la madre estuvieran en buen estado. Mi abuela quien tuvo catorce hijos me pudo explicar el proceso de una comadrona llamada Laura Lafontaine y a la que ella ayudaba cuando habían partos por el vecindario. En estos tiempos no habían hospitales cerca y las mujeres embarazadas tenían que parir en sus propias casas y es por eso que mandaban a buscar a Laura para asistirles.

Lo primero que hacían era preparar a la que iba a concebir el bebé, la bañaban, la afeitaban y la limpiaba completamente. Mientras tanto otras preparaban la cama de goma y le ponían sábanas viejas. Laura tenia un maletín lleno de cosas que utilizaba después que nacía el bebé como gasas, medicamento para el ombligo y una faja larga que era una tela de paño como si fuera un vendaje que en la punta le cocían una tira para el bebé después que se cortaba pulgar y medio del cordón. Después que nacía le ponía un culerito de tela con imperdibles que se podía decir que eran los “pampers” nuestros y que eran hechos en la maquina de coser. A la criatura no lo bañaban, solamente lo limpiaban y lo ponían al lado de su madre en un lugar que no fuera atropellarlo. La comadrona, a los tres días regresaba, para revisar si el recién nacido tenia fiebre. Ella le quitaba la faja al bebe para ver si se había caído el ombligo, le daba un baño y le ponía ropa para el frío. Mi abuela decía que la comadrona muchas veces les cobraba aunque ahora no se acuerda muy bien cuanto era pero decía que era relativamente muy poco.

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Miel de Abeja

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Naranjo

Cuando nacía un bebe prácticamente todo lo que le ponían era hecho en tela como el coi que era como una clase de hamaca o cuna para el bebé, después fue que surgió la cuna. Las madres le daban leche materna y otras veces leche de vaca. Muchas de las veces los niños rompían el corral cuando crecían y para que aprendieran a gatear le ponían sabanas viejas al piso, y a la hora de dormir ellos dormían en las camas de los padres. Solo una vez mi abuela ayudó a una joven a parir, con la ayuda de la madre de la joven, con el mismo proceso que utilizaba la comadrona para más tarde llevarla al hospital.

Aunque mi abuela no fue ni comadrona ni curandera ella sabía algunas cositas que la ayudaba a mantener a su familia en buen estado y otras veces ella ayudaba a sus vecinos. Ella ponía inyecciones a aquellos que no sabían o no tenían a nadie quien se las pudiera poner cuando eran recetadas por un médico. Primero ella las hervía en agua en una cacerola para limpiarlas, poniendo luego la jeringuilla en un pañito. Se lavaba las manos para luego ajustar el medicamento deseado. En sus manos tenia que tener algodón y alcohol para desinfectar el lugar en el cual sería inyectado el paciente. Luego le agarraba un pedazo de piel y muchas de las veces las personas se asustaban por el pinchazo. Al finalizar ella las lavaba de nuevo y las guardaba para otra ocasión. La jeringuilla era totalmente diferente, era en cristal y por eso había que estar hirviéndola. El compay Berto le enseñó a poner inyecciones para que le siguiera dando la dosis a un señor diariamente y es por eso que muchas personas visitaban a mi abuela para ser atendidos por ella.

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Sábila

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Salvia

Mi querida abuela conoce mucho de remedios caseros y todavía hoy los sigue usando y ahora sus hijos las heredaron para que se las enseñen a sus nietos y bisnietos. Son tantos que solamente mencionaré algunos. Posiblemente estos remedios conozcan en otros lugares. Se usaba mucho la sábila para quemaduras, golpes, piojos, hemorroides y catarro. La sábila se podía tomar en té. También la utilizaba para aliviar dolores de cabeza y migrañas calentado la hoja y colocándola en la frente de la persona con Vickz. Para el dolor de estómago, hervía en agua la prenetaria y hacia un té de mejorana y yerbabuena. Cuando uno tenia catarro ella preparaba unos té con agua maravilla, mata gallina, miel y clavos dulces. Para el estreñimiento ella preparaba jugo de china, harina de maíz, llantén, leche de magnesia o aceite mineral que de hecho son muy efectivas. Cuando tenían dolor muscular mi abuela friccionaba el área con alcohol o utilizaba grasa de gallina. Mientras hoy día nosotros rápidamente vamos al dentista si tenemos un dolor de muela en aquella época se utilizaba el ajo machacado para aliviar el dolor. Otras veces cuando tenían empachos ella hacia té de malva o manzanilla, este último también lo utiliza para el dolor demenstruación y diarrea. Algo que también se utilizaba era el aceite de bacalao para la fatiga y el azúcar para las alergias y el picor. Otro caso era que también tenía remedios para las infecciones vaginales como el vinagre blanco y el agua tibia, como también curaba el cólico con té de naranja, clavos y canela. Se sigue utilizando el ron caña y las pasas con leche para las varicelas o el sarampión. Para el dolor de oído utilizaba las gotas de la hoja de bruja y para la quemazón del bebé utilizaba el polvo de yuca. Muchas de las veces tenía que utilizar mantequilla con sal para los golpes que se daban sus hijos que eran muy traviesos y si era solo una hinchazón ella usaba la manteca de ubre.

Son muchos los remedios guardados en la memoria de mi abuela. Sé que mi abuela no tuvo una vida tan fácil como la mía pero se las arregló con mi abuelo para que sus catorce hijos crecierán saludables y para que fueran hombres y mujeres buenos en esta sociedad.

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Tuatua

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